La Psiconutrición y su impacto en la salud mental.
La psiconutrición se preocupa por la influencia que tienen los micronutrientes y otros componentes alimentarios sobre el sistema nervioso. Existe una amplia cantidad de micronutrientes en un alimento que se asocian a la producción, protección o desarrollo del sistema nervioso y también se conoce que existe una relación bidireccional entre el cerebro y el tracto digestivo, de manera que las emociones y el estrés pueden repercutir en esta dirección.

El término Psiconutrición fue acuñado en 2018 en el estudio de una asociación para explorar la relación entre emociones y nutrición. Se ha demostrado que la vitamina B12 y su deficiencia provocan ansiedad, depresión, fatiga y trastornos cognitivos más importantes, provocan anemia megaloblástica con síntomas neurológicos específicos, como son las parestesias, que dificultan la deambulación o neuralgias nerviosas que a veces pueden ser confusas y pueden llevar a errores en los diagnóstico con patología psiquiátrica. Fundamentalmente, existe un patrón dietético que puede reducir las probabilidades de padecer enfermedades del corazón, de tener deterioro cognitivo y retrasar la aparición del Alzheimer, y también de padecer enfermedades psiquiátricas, especialmente depresión.
Interacción entre la nutrición y la salud mental.
Estudios recientes han mostrado que la composición de la alimentación tiene una influencia directa tanto en el desarrollo de desórdenes mentales como en la recuperación de estos. Los niveles proteicos concretos, ciertas sustancias o bien micronutrientes, el consumo dietético de ciertos ácidos grasos y patrones de alimentación concretos han demostrado una relación directa con el desarrollo y recuperación de los pacientes mentales, respectivamente. Y es que los alimentos que componen las diferentes dietas influyen no solo sobre el peso corporal, sino también sobre la salud mental y en diversos desórdenes emocionales. Asimismo, los alimentos y los nutrientes pueden actuar como desencadenantes emocionales o bien como medicamentos, a favor o en contra del equilibrio emocional. Ciertos alimentos característicos de nuestra dieta occidental, como los almidones refinados, los azúcares, los ácidos grasos saturados y las grasas trans, los alimentos fritos, los aceites vegetales ricos en ácidos grasos omega-6 o bien el alcohol han sido asociados con una inflamación periférica, mientras que ciertos nutrientes dietéticos durante el consumo de extracciones de cultivos probióticos, esenciales para los cultivos de los intestinos humanos, se ha demostrado que actúan directamente sobre algunos aspectos del papel protector de la barrera hematoencefálica, especialmente en el contexto de la inflamación periférica crónica. Esto sugiere que cuidar la alimentación y el estado de la barrera hematoencefálica, particularmente frente a exposiciones inflamatorias del organismo, puede ser una estrategia fundamental y efectiva para preservar o mejorar la salud mental de los individuos.
Dra. Sonia Carrillo Samaniego PhD.
P S I C O L O G Í A
Ced. Prof. 14593167
https://www.psychologytoday.com/mx/psicologos/sonia-carrillo-samaniego-tijuana-bn/1458145
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